Por el siglo V antes de Cristo, los filósofos de la antigua Grecia discutían acerca del comportamiento de la luz. Por un lado estaba la llamada “Teoría de la Extramisión”, según la cual desde los ojos emanaba la visión, ésta llegaba a los objetos y de ahí se devolvía hacia los ojos, informándole la forma y color de los objetos. Esta teoría era defendida, entre otros, por Empédocles.

Por otro lado estaba la Teoría de la “Intromisión”, cuyo principal representante fue Leucipo. Según ésta, son los objetos los que envían algo a los ojos, ese algo lleva la información de la forma y el color. Tanto Empédocles como Leucipo coincidían en que la luz viajaba en línea recta, por lo tanto pudieron (mucho tiempo después) estudiarse con la geometría euclidiana. Por entonces ya se conocía el fenómeno de la reflexión de la luz.

A fines del siglo X después de Cristo surge el científico islámico Alhazen, que postula que los objetos no tienen luz, sino que reciben luz del Sol y la esparcen en todas las direcciones. Es como se concibe hoy, pero faltan las explicaciones de la naturaleza de la luz.

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