Ignaz Domeyko ofreció las primeras clases de física en Chile, importó el primer laboratorio de física y realizó las primeras investigaciones científicas combinando diversas disciplinas científicas no tan separadas unas de otras como se las ve hoy en día. Estas solas razones le hacen meritorio para figurar en esta galería, pero sus otros aportes, más amplios y generales a las ciencias exactas y a la academia de la naciente República de Chile, le llevan a jugar muy determinante en la expansión del conocimiento hasta estos confines del planeta.

Ignaz nació el 31 de julio de 1802 en un lugar que ha quedado de uno u otro lado de las cambiantes fronteras políticas europeas. Niedzwiaka quedaba cerca del punto de triple frontera entre Bielorrusia, Lituania y Polonia. En todo caso, él se consideraba a sí mismo un polaco como escribió hacia el final de su vida "Soy polaco y nada que es polaco debe ser considerado como desconocido para mí". Concurrió a la Universidad de Vilna (Lituania) donde obtuvo el grado de Licenciado en Matemáticas y Física, con distinciones máximas, en julio de 1822. Por aquellos años buena parte de Europa Oriental estaba bajo la invasión rusa. Los estudiantes universitarios se oponían a la invasión extranjera agrupándose de forma secreta y clandestina. Ignaz participaba del grupo de los "filómatas", en el cual estaba el poeta Mickiewicz, quien creó un personaje inspirado en Domeyko, cuyo nombre se transformó en apodo del joven científico: Zegota. El 23 de octubre de 1823, cuando Ignacio cursaba estudios graduados, los filómatas y otros jóvenes patriotas fueron detenidos por las tropas rusas. Muchos de ellos fueron deportados; la influyente familia Domeyko consiguió detención domiciliaria para Ignaz. La Universidad fue cerrada por las tropas invasoras. Estos hechos inician una cadena de acciones de resistencia, fugas, viajes por Europa y circunstancias diversas que llevarán a Ignacio Domeyko hasta París donde estudió mineralogía. Es allí donde le llegó, años después, el ofrecimiento del gobierno chileno para venir a enseñar esas artes a la provincia de Atacama, donde estaba el gran potencial minero de Chile. La navegación transoceánica fue muy difícil para el emigrante, al extremo que prefirió atravesar Argentina y la cordillera de los Andes en la época de las primeras nevadas, antes que volver a embarcarse y dar la vuelta por el Cabo de Hornos. La travesía andina casi le cuesta la vida. El 17 de mayo de 1838 ingresó a Chile y selló su pasaporte 3 días después en el puesto fronterizo. Bien pronto su nombre cambió a Ignacio, como queda constancia en el Diario "El Minero" de Coquimbo cuando anunció su llegada a la zona en su edición del día 17 de junio de ese mismo año. Después de visitar a las autoridades, conocer su lugar de trabajo, planificó el comienzo de su actividad docente sobre mineralogía para después de las Fiestas Patrias de septiembre que ya se avecinaban. En el ínterin se construyó el laboratorio solicitado por Domeyko. En efecto, a fines de septiembre comenzó sus clases ante un grupo heterogéneo de 15 jóvenes que venían a aprender las artes de sacar provechosamente el mejor mineral de la tierra.

Hacia mediados de enero siguiente, Ignacio organizó una actividad pública en la cual sus estudiantes demostrarían los conocimientos y habilidades adquiridos antes sus padres, autoridades y público en general. El público quedó algo decepcionado pues no hubo nada de mineralogía, aún cuando los estudiantes demostraron destrezas en el manejo de aparatos e instrumentos de laboratorio que permitían apreciar la estructura y usos del barómetro, el funcionamiento de una máquina a vapor, experimentos de aerostática y hasta de electrostática. En efecto, ¡las primeras clases formales de ciencia en Chile fueron de física experimental y las dictó Ignacio Domeyko en el Liceo de La Serena! Domeyko tenía un claro plan trazado: primero física, después química y tan sólo después las aplicaciones a la mineralogía. Sin embargo, si tuviéramos que describir la labor científica de Domeyko en Chile tendríamos que decir que fue un naturalista muy completo, por sendas levemente diferentes a las de Claudio Gay y Charles Darwin, quienes habían recorrido varias regiones del país en los años inmediatamente anteriores y cuyos trabajos ciertamente influenciaron a Domeyko.

A comienzos de 1847, cuando Ignacio Domeyko se aprontaba a regresar a Europa después de un maravilloso viaje al sur de gran importancia posterior para nuestro país, ocurrieron hechos fortuitos que frustraron el viaje y dejaron a Domeyko la labor de desembalar sus baúles llenos de todo tipo de muestras de la flora, fauna, mineralogía y geología de Chile. El descubrimiento de oro en California llevó a muchos compatriotas a aventurarse por esas tierras en busca de fortuna; uno de ellos fue el profesor de química del Instituto Nacional. El gobierno rogó a Ignacio Domeyko que se hiciera cargo de esta cátedra, asumiendo además roles conductores en la joven Universidad de Chile. Este desafío tentó a Domeyko quien propuso prontamente reformas, las que poco a poco se fueron imponiendo. En 1848, diez años después de su llegada, le fue otorgada la nacionalidad chilena por gracia, lo que le comprometió más aún con su nueva Patria y se sumergió enteramente en su labor docente, de investigación y administración en la Universidad de Chile. Por allí volverá a enseñar física nuevamente, pero otras labores estaban reservadas para él: ser el tercer rector de la Universidad de Chile, reelegido reiteradamente. Fueron en aquellos años en que se definieron las bases de una universidad al estilo, y procurando el nivel, de las universidades de la Europa de aquellos años. Es de la mano de Domeyko que se echan las bases de las ciencias e ingeniería en Chile.

Ignacio Domeyko se casó en 1950 con la chilena Enriqueta Sotomayor, mucho más joven que él, aún cuando habría de morir muy joven, mucho antes que su marido, no sin antes darle tres hijos. El 24 de mayo de 1884 inició finalmente su muchas veces postergado viaje a Europa, donde le esperaban honores científicos por sus múltiples descubrimientos y grandes emociones al reencontrase con familiares y viejos camaradas. Regresó a su Patria adoptiva para morir el 23 de enero de 1889, después de escuchar una misa oficiada en su casa de enfermo por su hijo sacerdote Hernán, después de recibir los últimos sacramentos del mismo Hernán y en medio del reconocimiento de todo un pueblo que acompañó su sepelio en el Cementerio Nacional, el que fue profusamente informado por la prensa nacional.

Nota: para profundizar sobre la fascinante vida de este gran sabio polaco recomiendo el libro "Ignacio Domeyko, La vida de un emigante", de Paz Domeyko Lea-Plaza, (Editorial Sudamericana, 2002).

Eugenio Vogel (Temuco, marzo de 2004)