A diferencia de todas las biografías anteriores en Profísica, no podremos aquí presentar al personaje debido a sus méritos escolares, a la universidad donde estudió o al tema de su tesis por la sencilla razón de que no hubo nada de ello de manera formal. Michael Faraday representa al físico autodidacto por antonomasia. Es por lo mismo desafiante pero atractivo rendirle este homenaje en el mes en que se cumple un aniversario más de su nacimiento, hecho ocurrido el 22 de septiembre de 1791.

Tercer hijo de James Faraday, un herrero, y de Margaret Hastwell, la hija de un granjero. Michael no llegó ciertamente a un hogar con ambiente cultural, como la mayoría de los físicos célebres de nuestra ya creciente galería. Por el contrario, su padre se mudaba frecuentemente de domicilio en busca de trabajo para poder medianamente alimentar al grupo de hijos que siguió aumentando. La familia vivió incluso en modestas y estrechas habitaciones sobre una cochera. Por ello Michael alcanzó apenas de completar su educación básica en una escuela de la periferia de Londres. Así, en 1804 ya erraba por las calles en busca de ganarse alguna moneda con algún mandado.

Si bien su familia no pudo darle riqueza, le dio una gran moral y formación valórica cristiana sobre la cual se apoyó toda su vida. En efecto, eran fieles seguidores de una rama de la iglesia protestante escocesa conocida como “the sandemanians”, creyentes tanto en la Biblia de manera literal y como en la unidad del mundo. Esto último le hará libre de prejuicios o dogmas que pretender ver la realidad por partes.

La vida de Faraday recibe un primer impulso en 1805 cuando George Riebau lo contrata para labores menores en tu tienda de libros en la calle Blandford. Pronto Faraday será aprendiz de encuadernador y más tarde pasará sus días, de largos 7 años, encuadernando libros ajenos. Sin embargo, una vez concluida su jornada de trabajo, leía los libros de la tienda y dibujaba sus ilustraciones, habilidad esta última que habría de servirle más adelante. Como él mismo expreso una vez:

“Mientras fui un aprendiz, me gustaba leer los libros científicos que caían en mis manos”.

Un segundo impulso vendrá el año 1812, cuando uno de los clientes de la tienda le regaló entradas para asistir a las 4 últimas conferencias que el químico Humphry Davy ofrecía en Institución Real. Faraday no sólo asistió sino que tomó cuidadosas notas que después elaboró de manera prolija y se las presentó a Davy solicitándole un puesto de trabajo en su laboratorio. Esto no fue posible hasta comienzos del próximo año, cuando dos empleados de la Institución Real sostuvieron una riña a golpes lo que terminó con la expulsión del ayudante químico. Davy se acordó del joven Faraday y le ofreció el puesto a partir del 1 de marzo de 1813, lo que Faraday aceptó gustoso.

El tercer y definitivo impulso en la vida de Faraday ocurrió en 1821. En mayo fue designado Superintendente en la Institución Real. En junio se caso con Sara, miembro de su misma iglesia en Londres. En Julio hizo su confesión de fe en esta misma iglesia. En septiembre llevó a cabo varios experimentos que culminaron en el descubrimiento de la rotación electromagnética, principio básico del motor eléctrico. Esto fue ciertamente inspirado por los trabajos de Oersted, el gran físico danés de la época. Sin embargo cuando se le consultó a Faraday por las publicaciones de Oersted y las teorías allí contenidas, respondió con su proverbial sinceridad: “Tengo muy poco que decir acerca de la teoría del Sr. Oersted, porque debo confesar que no la entiendo”. En verdad Faraday es considerado casi un analfabeto en matemática y su celebridad viene de un don especial que le permitía intuir el comportamiento de la naturaleza.

Sería largo recorrer todos los logros de este gran físico de hace dos siglos. Con humildad, tesón y paciencia fue ascendiendo desde aprendiz segundo en el laboratorio de química, hasta tener su propio laboratorio de física. Así, en 1824, cuando ya había logrado reconocimiento entre sus pares por la calidad de su trabajo (había licuado el cloro, por ejemplo), fue propuesto como miembro de la Sociedad Real, ante la oposición de su presidente, a la sazón el mismísimo Davy. Sin embargo, todos los demás miembros votaron a favor de Faraday, quien no guardó rencor con su maestro por ello y nunca, que se sepa, se lo mencionó. Hasta ese momento Davy seguía considerando a Faraday como su ayudante científico y personal; no le resultó fácil ver emerger a su anterior discípulo a su misma estatura, fenómeno que ha ocurrido en la vida académica de todos los tiempos.

Sus trabajos en física fueron suspendidos durante 10 años en los cuales estuvo involucrado en progresos en química básica y aplicada (mejorar la iluminación de los faros de navegación por ejemplo). Pero cuando recomenzaron, sus trabajos condujeron a los mayores éxitos de la física de la época. En agosto de 1831 descubrió la inducción electromagnética y con ello los principios conducentes al transformador y al generador eléctrico. Con el tiempo vendrá la red eléctrica y toda la revolución social e industrial que este descubrimiento significó. Más adelante incursionará en la relación entre la óptica y el electromagnetismo, descubriendo lo que hoy conocemos como rotación de Faraday. El magnetismo le fascinará en sus últimos años activos, por lo que no extraña que descubriera el diamagnetismo.

Esta biografía ha sido más larga que las anteriores y aún así es injustamente corta. Por eso no es de extrañar las menciones que Maxwell siempre hizo sobre los trabajos de Faraday, sin los cuales él no habría podido llegar a las célebres ecuaciones que llevan su nombre.

Michael Faraday falleció el 25 de agosto de 1867 y fue sepultado en el mausoleo de la iglesia sandemiana en el Highgate Cemetery de Londres.